La recepción del Renacimiento (y II)
Se hace necesario recolocar las piezas, el desarrollo y esplendor valenciano, ante lo que hoy se llama corredor Mediterráneo, ya en el siglo XIII quedó plasmado en Els Furs (1238), i en el Consolat del Mar (1283), después en la Taula de Canvis (1407) y en la Lonja de Mercaderes. El tráfico activo proporcionaba al reino los productos, materias y objetos que la sociedad valenciana solicitaba.
Es cierto que fuimos un área de actividad comercial importante durante los siglos XIV y XV; que era numerosa la colonia de genoveses; que los venecianos se dedicaban al comercio de la lana; que los florentinos hicieron ‘sagaces’ operaciones financieras; que también se practicó el comercio con Perpiñán, Narbona y Marsella. Comercio al que podemos aproximarnos a través de los estudios sobre las ‘Coses vedades’ realizados por Amparo Cabanes (1381), Ferrer Navarro (1393) o Hinojosa (1404).
A la primera mitad del siglo XV, entre 1420 y 1450, se refiere Burke, con una afirmación preocupante: «Este fue el inicio de una tendencia en la que los humanistas italianos menores se convirtieron en figuras relativamente importantes en el extranjero, al pasar de la periferia del centro al cetro de la periferia». Y si he dicho preocupante, es porque considero que en los tiempos de Alfonso el Magnánimo, siendo Rey de Nápoles, el camino fue inverso: la balanza exportadora ‘de Renacimiento’ está a favor de Valencia.
Gómez Bayarri (‘La Valencia medieval, Vol. III, Historia General del Reino de Valencia, RACV, 2003’) resume así su obra y valoración: «…fue el Rey más valenciano de todos los de la Corona de Aragón. Es notorio que el Monarca tuvo cierta predilección o inclinación por Valencia, Reino que contribuía con subsidios a sufragar gastos de sus campañas mediterráneas, y que no le originaban problemas políticos. Su corte napolitana fue visitada por notables prohombres valencianos… Durante la primera mitad del siglo XV, el Reino de Valencia gozó de gran prosperidad y dinamismo. Con la ayuda de su esposa Doña María de Castilla convirtió Valencia en el principal emporio cultural peninsular de la Corona de Aragón. Una parte de los fondos de la biblioteca napolitana de Alfonso el Magnánimo, posteriormente, han venido a engrosar la Biblioteca Universitaria de Valencia. En su reinado la piadosa Reina fundaba los monasterios de Jesús y de la Trinidad, se preocupó por el Palacio Real, levantó el Convento de Santo Domingo, se regaló a la catedral el Cáliz de la Santa Cena que se conservaba en la Aljaferia de Zaragoza, las reliquias de San Luis, obispo de Tolosa y las cadenas del puerto de Marsella que se encuentran actualmente en el Aula Capitular de la ‘Seu’, como trofeo de guerra. Se consolidó la ‘Generalitat General del Regne’ y se crearon el Archivo del Reino y el cargo de Maestre Racional. Durante su reinado, en 1455 fue proclamado Papa el valenciano D. Alonso de Borja, con el nombre de Calixto III y se canonizó a San Vicente Ferrer».
El resumen es perfecto. Ahora tan sólo me quedan líneas para destacar: que se casó en Valencia (1415): que fue rey de toda la Corona de Aragón, durante cuarenta y dos años (1416-1458); que hizo de Nápoles el centro neurálgico de dicha Corona (1443 a 1458); que dichos cuarenta y dos años, se distribuyen en 12 preocupado por el Reino de Valencia, y 30 ocupado por su obsesión napolitana (con intervenciones previas en Córcega, Cerdeña y Norte de África). Conocer su actividad napolitana, merece capítulos aparte, para entender, demostrándola, su exportación humanista ‘valenciana’.